No vengas con tu ancianidad, para vejez ya tengo la mía. Esa fue la última oración de la conversación que tenían. Se levantó y mientras caminaba recordaba los días en que sentía el abandono y soñaba con el regreso, ahora que estaba de vuelta, ahora, le eran suficientes sus propias arrugas y letanías, no hacían falta otras para sus últimos días.
