En un instante cortado con el filo de una pestaña la serenidad desaparece y una sensación de miedo sin origen se precipita en mí como si alguien abriera mi corazón y lo expusiera frágil a los elementos de trabajo de un carnicero. Todo lo nombrado e innombrable se convierte en punta de flecha o aire envenenado, así, como granizada de temores cada movimiento entre sístole y diástole llega acompañado del temor por la tragedia.
