Manos líquidas

Ella insistía ante el psicólogo, cada noche a la misma hora despertaba habiendo soñado que los dedos de sus manos desaparecían. El psicólogo ofrecía una y otra vez preguntas y respuestas para ella.
Ella tomaba una y otra, no encontraba utilidad en la pregunta o en la respuesta, volvía a narrar el sueño, esperaba una solución, su interlocutor daba una y otra vuelta verbal para la pregunta, para la no respuesta. Nada ocurría.
El silencio es un lugar en el que se encuentran dos almas. Eso le dijo ella al psicólogo, y ya que mi alma no espera su compañía me voy, aunque me queden unos minutos más a los que le he pagado de manera anticipada.
Detrás del escritorio el psicólogo acomoda sus manos sobre la mesa, recuerda que él sueña del mismo modo que la paciente, se asusta, cree en un paralelismo con ella, supone sus manos en sus brazos y los de ella en los suyos, se asusta, no quiere volver a ver a la mujer, se asusta, no tiene otra paciente.

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