La calle permanece rota y se ve fatigada desde la ventana de tu apartamento. Los autos aparentan una huelga descontentos por el frío que les hiere los vidrios y somete a húmedos tormentos sus asientos. Asomas tu rostro, con el cabello agrupado en una moña sobre tu cuello, dejas que tu aroma sea aprendido por el vidrio y te detienes simplemente para mover tu cabello hacia atrás. Buscas la ruta aprendida, tus pies no requieren medir la distancia entre los pasos, ya están marcadas tus huellas en el piso de tu cuarto.
Una sonrisa de complicidad en tu rostro es la premonición de que te meterás en la cama a buscar abrigo en la tibieza de las sábanas. Te lanzas como si enfrente de ti estuviera una pila de plumas, llegas con todo tu peso y sacudes las extremidades de la cama. Buscas el espacio preciso en el cual tu cuerpo logra acomodarse y todos tus músculos se dilatan al sentirse en reposo. Te dejas llevar por la idea de no hacer nada, dejarte llevar por los segundos sin preguntarte por sorpresas o cambios repentinos en la prisa con la cual debes hacer tus cosas.
Hay una canción en la radio que presentía este momento y decide aparecerse en tu oído para que divagues por los bosques del recuerdo trayendo a ti solo pequeñas imágenes en blanco y negro sin sonidos. Viene a ti un nombre y mientras te llega completo a la memoria has abrigado todo tu cuerpo para protegerlo del frío. Acomodas tu cabeza en la almohada, consumes el nombre y recuerdas unas poesías que te enviaron desde una cuenta de correo. Las buscas en la mesa junto a la cama, las habías pasado por la impresora, las pones en tus manos y empiezas a leerlas.
Las lees, sientes que alguien te acompaña, giras tu cuerpo, miras a tu lado y me ves ahí dibujando tu rostro en mis ojos. Parpadeas con fuerza y descubres que solo lo imaginaste. Sonríes. Decides releer los poemas. Vas a quedar dormida sin pensar en lo que tus ojos pretendían que veían.
Yo me desdibujé rápidamente y salí siendo la sombra de todos los objetos de tu cuarto. Fui por un instante de tu tiempo un recuerdo del mañana que se asoma a veces en las líneas de tus manos.