Una mujer distinta cada noche se sienta en un balcón a peinar la noche, y bajo el peine ve pasar las horas sin negritud alguna, un aire de vidrio transparente le pone color a los minutos. Cuando la mañana llega, ella siente que el tiempo ha pasado todo en un segundo, sin dormir, sin despertarse, no siente cansancio o fatiga o los dos que a veces son lo mismo, y se levanta con un peine que la noche anterior no existía en sus manos. Una mujer, una noche, el tiempo dando nombre femenino al encuentro nocturno del tiempo con la mejilla que no ve el sol.

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