En la cocina con las manos dolidas del frío nocturno ella pone una taza con agua caliente y deja caer dentro del líquido una bolsa de té. Alcanza a notar el vapor del agua antes de que se pierda en el aire, da vueltas con una cucharita al agua sin poder evitar un tintineo producido por el metal y la porcelana. También le duelen las rodillas y los tobillos. Se agacha un poco y les da calor con las manos, dobla un poco las piernas, aunque sabe que se resienten, las acaricia, el movimiento les da calor, el dolor puede esperar. Son las tres y cuarenta de la mañana. A la madrugada le faltan unas horas más.
