Levantas el único libro de Fitzgerald que está en la librería, la muchacha lo ha pedido y tú le hablas acerca del día en que lo leíste, la primera y la última vez que lo hiciste porque lo has leído en cuatro ocasiones. Estás viendo sus ojos, tú no eres el librero, pero te gustaría, esta noche te gustaría saber acerca de todos los libros que están en los estantes, y sí, haces de idiota hablando de ti y del día en que lo leíste, en vez de hablar del libro y de Scott. La muchacha se aleja, lleva el libro en su mano, tú la sigues con la mirada, y de repente se te desploman los párpados, la tristeza oscurece su espalda y no la vez más, ella se parece a la noche de la cual estás huyendo
