Yo solo quería un rato de sexo y volver por una mañana a la costumbre de despertar acompañado.
Ella no tenía prisa por saber de mis deseos, aunque hubiese estado dispuesta a ellos. También quería arruncharse y poder quitarse todo al sentirse calentada por mi cuerpo.
Conversamos hasta que el azar no da más oportunidades para que se le pida lo que uno quiere, y nos quedamos con el deseo.
Pedimos un taxi, estuvimos pendientes hasta que el otro estaba seguro en su casa.
Esta mañana cada uno hizo el desayuno en su cocina.
Nos hubiéramos ahorrado lo del gas, lo del taxi, los minutos del teléfono, le hubiéramos dado uso al lado vacío de la cama y el cansancio estaría satisfecho de habernos visto llegar a su cúspide poniendo en movimiento nuestro cuerpo.
