Te quiero de poeta

Me dijo, yo solo quería los jugos de tu fruta poética, no esa podrida bendición de agua con la que te duchas en la mañana y vas envenenado de burócrata a subrayar errores y redondear cifras, no señor, yo quería otra cosa, quería tu olor a soledad y tu palabra festiva de tildes y acentos de calles llenas, yo quería tu voz arrinconada en mi pupila abierta, excitando a mis oídos con la falta de oxígeno al terminar tus frases largas.

No señor, así no es, yo quería tus pies cansados pero comprometidos con lo que dentro de ti florece, no como te ves ahora, cansado y comprometido con algo que no eres. Ves, estás viendo que tu boca es una línea con palabras repetidas y no esa boca que quiero me bese pronunciando al viento lo que el bosque le susurra.

Me dijo, hombre que mi piel te espera para que la siembres con lo que eres, a mí me importas tú, con tus avenidas agrietadas y tus edificios descompuestos, yo te quiero así, dando vueltas en una vocal mal puesta y volviendo a las cometas para caer pronto en la suavidad de la arena del desierto.

Así, mirándome con enojo fue diciéndome, hombre que te quiero de poeta, no de burócrata, y yo me quedé pensando en la quincena aprendida, en la cuenta del banco, en las deudas innecesarias, en la rutina diaria, en la corbata bien puesta, y fui pateando las escaleras mientras volvía a buscar en mi bolsillo los versos mal escritos y las monedas para subirme al bus que no sé a dónde me lleva.

Y me quedé pensando en la mujer que me quiere de poeta y en mis mal aprendidas e innecesarias obligaciones de burócrata

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