Le preguntamos por qué no escribía más, nos dijo, las máquinas de escribir han sido construidas en el extranjero, el papel es distribuido por la industria, la tinta y el lápiz tampoco son de acá, me da miedo que ahora ellos quieran poseer también nuestras palabras. Le dijimos, no te preocupes, tus palabras son de todos, le pertenecen a la libertad de quien lee, ahora puedes poner tus palabras en internet, ahí todo es de todos, entonces nos preguntó, ¿están seguros de que eso no les pertenece a otros, no dicen ellos que al ser el medio también son dueños del contenido? Insistimos de muchas maneras para calmarlo hasta que pidió quedarse solo, ahora escribiría en el silencio para ser leído solo por aquellos que miran con el alma.
