Los niños suben a los techos de las casas y con pequeñas escobas y trapos de cocina van limpiando del cielo el humo de las industrias y los autos, solo así aparece la noche, pulcra y sin mugre del día, aparece la noche con su atavío negro. En las ventanas, aún con las cortinas, una luz de estrella artificial aparece titilando sin rubor alguno en los edificios y en las casas. Autos entre centellas, cometas fugaces alargan las calles y ponen un color a deseo sorprendido en el ojo que mira desde la sombra. La voz ocular se apaga en el que duerme frente al televisor y cae rendido ante la inapetencia de su inteligencia.
