No estoy hastiado, no me confundo, me rasca la nariz y no me salen sangre o mocos, me pican los ojos por la polución en el aire, parpadeo cada incierto número de segundos. Los hombres no tienen líneas en las manos, perdieron la capacidad de imaginar siquiera futuros imaginarios como lo hacen las gitanas, no juegan a las cartas ni le apuestan a pedirle deseos a las estrellas. Son solo eso, lo que el mecanismo bursátil les permite, quieren estar seguros, uno, dos tres, cuatro y siguen contando los días, miran sus obras y se alegran, no saben cuánto han consumido, no reconocen el tiempo o el destino, no saben a dónde van, allí están sin rumbo pero siguen. Tomo la máscara, la sacudo, le limpio un poco el polvo, la pongo en mi rostro, vuelvo y saludo.

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