Aunque no fuese creyente

La muchacha que recién alquiló un balcón en el inicio de su tercer decenio y cumplió veintiuno, pero yo tengo cuarenta y cinco, ahora aparece con su cara de quiero aprender de nada contigo y saberlo todo sin ti, o algo así era lo que me decía mientras dejaba caer sus zapatos en medio de los míos, debajo de la mesa en el café a donde íbamos por unas cervezas, aunque su novio se lo prohibía. Eso le gustaba, más que la cerveza y mi mano buscando en su geografía un lunar que estuviese a un par de palmas del botón más al sur de su camisa. Es curioso, no sé por qué me refiero al sur cuando se trata de lo que está hacia abajo, bueno, no me he propuesto más que hablar de las mujeres que me gustan. A los veintiún años me gustaba una amiga de la universidad, cómo me hubiera gustado ser este que soy hoy para haberle dicho que en su voz me hubiera gustado escuchar todas las oraciones, aunque yo no fuese creyente.

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