Entre mesas en el bar

La mujer que atiende los servicios en las mesas del bar mira atenta a cada persona, tiene buen tino para saber las emociones que condimentan sus cervezas.
Sabe de la tristeza en la línea sobre la cual es imposible presumir una sonrisa.
Le queda fácil sentir en las oraciones cortas con las que hablan el plomo sin peso con el que les han disparado a su esperanza.
Es un bar en donde la música servida a los oídos es rock anglo y español, quizá si se permitieran una grieta en ese gusto, todos aceptarían escuchar música de despecho.


La mujer que atiende los servicios en las mesas del bar acepta y ofrece atención a quienes le cuentan que han venido al bar porque el día les sigue trayendo asco en el aire.
Una noche, mientras llevaba una tanda de cocteles a una mesa, escuchó a una muchacha hablando de la pasión perdida en su cuarto, un lugar en donde su pareja solo comparte con ella los ronquidos y el momento de tender la cama.
En la mesa más escondida del lugar se sienta una pareja de amantes a las que unas manos ligeras abandonan el recato y tocan, y tocan como corresponde a quienes poco tiempo les cabe para amar.


La mujer que atiende los servicios en las mesas del bar divide a sus clientes según sus emociones, los dichosos beben, los tristes beben, los amantes beben, los amargados no disfrutan el sabor de la bebida, los aburridos no disfrutan de la música y se mantienen en espirales de palabras negativas.

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