Una vez amé a una mujer, declaración que muchos han hecho y harán del mismo modo en que lo estoy haciendo en este momento. La mujer detrás de la barra en el bar a la vuelta de la esquina, simplifica toda su participación en la conversación haciendo una afirmación con el movimiento vertical de su cabeza y ofrece por empatía unos labios alargándose horizontales sin terminar la sonrisa.
Una vez amé a una mujer, ella también me quiso, aunque su mirada se distanciaba de la mía en el futuro, mientras que ella regaba semillas de sol en sus pasos, yo no podía contener las sombras cayéndose de mis brazos para descansar en la tierra. La mujer detrás de la barra en el bar a la vuelta de la esquina, recarga con licor el vaso en el que se sostiene la bebida, parpadea limpiando de sus ojos la tristeza que encuentra en mi rostro, y sigue, se mueve hasta el mueble en donde encuentra los recipientes limpios y lavados.
Una vez amé a una mujer, ella también me quiso, en sus ojos cabía entero mi universo. Una vez y otras veces le escribí versos para completar poemas a su nombre, pero no fueron suficientes para alcanzar la contundencia que ofrecen las promesas cumplidas y la permanencia en movimiento. La mujer detrás de la barra en el bar a la vuelta de la esquina, recarga con licor el vaso en el que se sostiene la bebida, sirve para ella media copa de coñac, se aproxima hasta que mi rostro y el suyo comparten simetría, hace un gesto para negarlo todo y luego, sin contradicción alguna, dice sí con su rostro como entendiendo lo que digo.
Una vez amé a una mujer, ella también me quiso, en sus ojos cabía entero mi universo, con ella descubrí que la vida es lo percibido por los sentidos, supe del sabor de la comida, del movimiento producido por la música, de cromatismos envolviendo emociones, de la contundencia inevitable en el aroma de su cuerpo, del idioma mudo y el lenguaje intuitivo en la piel de la caricia. La mujer detrás de la barra en el bar a la vuelta de la esquina, recarga con licor el vaso en el que se sostiene la bebida, sirve para ella media copa de coñac, tras uno y otro gesto me pide seguir hablando hasta que la casualidad le permita a la persona que amamos volver a nuestra melancolía.