Vi una fotografía de una mujer por quien tiré los dados a la mesa y perdí la apuesta. Ha puesto los ojos para ver la cámara desde la cual grabó su rostro, no despliega su sonrisa, la anuncia con los labios extendidos; yo sé de la luz en el cuenco de su boca, la he recibido de ella cromada por la compasión hasta el entusiasmo puesto tras un beso. Alargadas islas del color de su cabello ofrecen una estación espacial entre sus ojos y su frente. Usa un arete delgado con forma angular debajo de la oreja izquierda, ha considerado necesaria la simetría, en la otra oreja una forma idéntica le hace pareja.