Cuando escogió el vestido en la tienda, la vendedora del lugar le ofreció estas palabras, «se ve muy guapa, le resaltan las piernas». Eso pensé al verla sentada en el sofá con las piernas cruzadas y la tela desnuda sin alcanzar las rodillas. Después de la bebida caliente con sabor a frutos rojos ella mantuvo la postura hasta cuando un movimiento de sus piernas acompañado de una indiscreción de mis ojos comprometió el color azul de su ropa ante mi mirada. Tenía unos barquitos blancos dibujados sobre un cielo azul o sobre un mar sin olas del mismo color. No podría afirmarlo, cielo o mar, solo el color azul del verano con unos barquitos tejidos a mano por una artesana. Los había comprado en una tienda en donde venden productos hechos por las maquinarias de la industria a los que se les hace una intervención manual para ponerles el acento de la creatividad expresada por el hilo y las manos.
