Quiso decirle algo así, somos apenas la costumbre de pregonar nuestros nombres para que el universo nos mantenga en su memoria, una memoria que está llena de tantos nombres que de tenernos en ella nos debe haber confundido con otros, pero esas cosas no se dicen, en cambio la tomó de la mano, le mencionó sus nombres unidos por la conjunción más común entre todos, Tú y Yo, claro en donde dice tú era el nombre de ella, en donde dice Yo el de él. Miró hacia lo alto, quería indicarle el lugar desde el cual las estrellas podrían estarlos nombrando así, y no lo hizo porque aun sin mucha inteligencia era evidente que en el techo del centro comercial no se vería estrella alguna. Apreció un pequeño recuerdo, este sí lo mencionó con exactitud, te acuerdas que una noche nos quedamos en el parque hasta muy tarde y vimos a las estrellas titilar incandescentes atravesando la oscuridad nocturna, lo dijo de ese modo, ella respondió con un monosílabo reafirmado por un parpadeo que acompañó un movimiento vertical de su rostro.
