Recuperar el tiempo perdido

A la mujer del bar le hacen falta una noche y un día, de eso me he enterado cuando le reclamo su desconcentración al atender mi mesa, la dejo seguir, como quien quiere enterarse de todo sin hacer preguntas, no continúa hablando, solo parece mirar mi boca y esperar de mí una respuesta que no sale a la velocidad esperada. Repite mi pedido, solo para estar segura, esto también lo dice, y me lo explica, es para estar segura, no sé cuáles horas me faltan, espero no sean estas que debo estar en el trabajo.

Va hasta el lugar en donde deja el pedido, las cervezas las dan en la barra, la comida en una ventana amplia por la cual se ve la cocina, la sigo con los ojos aunque me gustaría ir tras ella viéndola, entendiendo eso que me dijo, con la intención de encontrar las horas que le faltan. No vuelve, parece haberse olvidado de mi pedido, de mí, de mi mesa, de la historia, yo miro a la barra, a la ventana amplia, a los televisores, escucho la música, la misma de los videos presentados en los televisores, apenas me sé el título de alguna, no puedo tararearlas, mi memoria no da para tanto, y menos para eso.

Sigo a la mujer, sus encuentros con los clientes, los saluda, suelta la rueda de la amabilidad, les ofrece la carta, les recibe los pedidos, los atiende, les lleva sus pedidos y a mi mesa no ha vuelto, mi pedido no ha llegado, quiero comer y tomarme lo que he pedido, no es que tenga hambre o que me hagan falta los tequilas, solo es esta incómoda sensación de ser olvidado, de creer que todo pasa sin que yo sea tenido en cuenta, justo como ahora, que ella quiere recuperar el tiempo perdido conmigo atendiendo otras mesas.

Imagen de mohamed Hassan en Pixabay

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