No pensé en caminar más de una hora, media hora avanzando y media hora devolviéndome. Llevaba el café en la mano y sabía que debía detenerme cada cierto número de calles para poder tomarlo, así lo hice en la siguiente cuadra. Un hombre sentado en la acera se quitaba los zapatos y los calcetines, luego, les ponía agua de una botella de plástico que tenía en la mano. Di unos pasos hacia donde sentía que podría observar sin ser visto. El hombre refrescó sus pies, los secó con varias servilletas que llevaba en un bolsillo, estuvo sentado cinco minutos, volvió a poner agua en sus pies, volvió a secarlos. Tuve la visión, y lo creo cierto, de ver salir un par de hojas de árbol de sus uñas, cerré los ojos y por si las dudas continué mi camino sin voltear atrás. En el camino de vuelta pasaría por la otra acera.
Imagen de Lars_Nissen_Photoart en Pixabay