Esa mosca insiste en extender sus patas sobre la mesa, pronto sentirá sobre su cuerpo la furia de la imprenta, la belleza en el diseño de las letras, la tinta con su aroma de días, las conversaciones del escritor con el editor tras cada corrección, la encuadernación y el epígrafe alucinante dando apertura al primer capítulo, la creatividad y disciplina del autor en la consecución de la obra, por supuesto, y sobre todo esto, el peso del papel y mi fuerza.
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