En mi noveno año de estudios una muchacha de pecas en sus mejillas me dijo que yo le gustaba. Eso fue asombroso para mí, no supe que decirle, y si ahora volviera a pasarme no sabría qué decirle tampoco. Era linda, eso lo se ahora porque mi memoria no es tan frágil como suelo decir, la recuerdo esta noche porque una canción en la radio suena y pide elegir para la memoria días de sorpresa. Su nombre no lo recuerdo, pongamos que se llamaba Lucía, eso es por ponerle un nombre, en cambio el de su madre si puedo decirlo, Eufrosina, amaba ese nombre por tener todas las vocales, eso mismo no pensaba la muchacha de pecas en el rostro. Lucía jugaba conmigo a «piedra, papel o tijera», y siempre ganaba conmigo, también era asombroso que no quisiera notar que yo la engañaba en eso de hacerla ganar, supongo, eso ahora, no antes, supongo que entendía era una manera arcaica de hacerle saber cuánto me gustaba. En mi noveno año de estudios Lucía me dijo que un día como hoy yo la vería asomarse al espejo de mi baño para decirme que tengo en los ojos el lado oculto de la luna.
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Muy bonito