Hablas solo, caminas hablando solo, lo notas al ser observado con una pizca de risa por quienes encuentras en tu camino. Esta tarde relatabas para ti la historia de tu abuela cuando, en sus últimos días, le preguntaste sobre cómo estaba y, ella dijo, «bien, pero no sé muy bien de mi memoria y recojo cualquier cosa que la sustituya, a veces estoy en un océano de la infancia y otras en la incertidumbre de la juventud.» Apenas si sonreíste con ella, sólo la abrazaste, quizá serían unas palabras para dejar en una memoria a la que tú irás con frecuencia. Piensas en que la memoria es un bastión para defenderte de la velocidad con lo que los nuevos días quieren ser los únicos que existan.
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