Envidia ante el ocaso

Esos dos que se besan en la esquina maltratan la mirada dolorida del ansioso que ya no puede apropiarse de ese tipo de contacto, y dan pie para que el envidioso critique la pequeña llama con la que ponen sus lenguas desabridas en la boca del otro, las manos mal puestas en el cuerpo, y sobre todo no permiten que la tarde caiga gris ante el ocaso.

Imagen de suju en Pixabay

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