Cada trazo recorre las formas

R.C. hizo un curso de dibujo, no fue la mejor en la clase, aun así, lo hace bien y cada cierto tiempo extrae del baúl del auto una caja con lápices y carboncillo, colores y papeles en blanco o tonos de color crema, va a alguna acera, se sienta en ella y empieza a dibujar a los transeúntes o a un edificio. Son tres horas antes de volver al bar. En la esquina hay un hombre sentado, no puede saber a qué se dedica, si espera a alguien o solo anuncia con su silencio el largo recorrido de su noche anterior. Toma el primer lápiz, comienza con los trazos a dar forma al cuerpo y el rostro, no en ese orden, en ninguno realmente, el papel se convierte en una pelota que cabe en el bolsillo de su saco. R.C. toma posesión de una concentración que le es facilitada cuando está dibujando, lo hace, cada trazo recorre las formas del hombre, las sombras de la calle que lo inundan y las luces atravesándolo. Es una hora, es una hora y treinta minutos, el hombre sigue ahí, el papel está cobijado por una imagen en la cual ella ha puesto las iniciales de su nombre, exactamente en el bolsillo de la camisa. Se levanta de la acera, limpia el polvo adherido al pantalón, camina por la calle y va hasta un local en donde venden bebidas frías.

Imagen de Pexels en Pixabay

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