Mujeres con el sexo amputado por el desamor, hombres desamorizados sin apetito sexual, camas para pareja en donde duerme uno que incuba fríos nocturnos y sueños de Nada. Cocinas hechas a la medida del que las construyó o del espacio físico disponible porque quienes las usan están apenas conscientes de los ocho o doce pasos que lo llevan del fogón a la nevera, de la alacena al lavaplatos. Televisores con cientos de canales satelitales para viajar sentados en el sofá de la sala o desde la cama antes de dormir o mientras duermen, sin una niñera que los arrulle se dejan acunar por la imagen en la pantalla hasta caer ociosos en el sueño. Ciudades enteras allanadas por costureras que cosen en las calles líneas sin hilo y remiendan sin retazos. Horas como esta en las que una mirada de arena se desplaza hasta el despertador.

Imagen de Daniel Nebreda en Pixabay