La muchacha se acerca para decirme, «me contaron que tú escribes, yo también escribo en mis ratos de ocio, y, mis amigas me retaron a que te pidiera un poema, eso debo hacerlo antes de la hora del almuerzo, son las doce y cinco, tardo cinco en estar con ellas en el restaurante, y a las doce y quince quedé en estar con ellas. Como ves, tienes cinco minutos para escribirme uno, si pierdo la apuesta debo darte un beso en la boca, ahora, debes tenerlo claro, no puedo estar besando a desconocidos, y tú eres un desconocido para mí, además que así de primera vista no me gustas, aunque esto de la apuesta es porque les dije a ellas que te ves interesante y que me gustas, no me preguntes si mentí antes o en este instante, bueno, debes saber cómo ocurren este tipo de apuestas tontas en las que terminas metida cuando te pones a jugar con los amigas.» Rostro de asombro, de eso está hecha mi cara en este momento.
Ella continúa, «Claro, no vas a ganar nada, en principio, porque prometo darte un beso si el poema me gusta, aunque no sea bueno, así, mira nadie te obliga escribir pero podrías tener el beso y yo un poema, así mis amigas no se enterarán de que tuve que besarte y en cambio les diré simplemente que te convencí de escribir el poema.»