Tres y cuarto de la mañana, en el apartamento del piso siguiente una pareja discute, me olvido un poco de respirar por escuchar cada cosa que dicen, me pongo del lado de la señora, estas no son horas de estar conversando de esas cosas, hay otros momentos para hacerlo, claro, a mí no me preocupa que lo hagan en este instante, hoy es domingo y no tengo obligación de despertarme temprano. El inconveniente por el cual están hablando es de dinero, él gastó un dinero que debería ser consignado en la cuenta de ahorros, lo usó para comprarse una camiseta del equipo de fútbol del cual es hincha, una camiseta demasiado costosa para ser comprada con los ahorros, eso no está bien. Yo digo lo mismo, si tuviera suficiente desvergüenza para entrometerme gritaría, señora, usted tiene razón, que la devuelva al almacén para que recobre la plata. La compró por internet, no hay opción, eso dice él, pero debería intentarlo.
A las tres y treinta me quedo dormido, despierto a las tres y cuarenta, sigo la imagen con los números identificando la hora, escucho ruidos del mismo apartamento, parece que son momentos de gozo, ya no me gusta escucharlos, pongo la almohada sobre la cabeza, pongo la cobija sobre la cabeza, pongo mi propio silencio sobre la cabeza, quiz á no escucho nada, pero sospecho que hay un ruido del cual aún no puedo escaparme, estiro la mano hasta el lugar en donde está el radio con la imagen de las horas, lo enciendo, una música de fiesta se escucha, es música salsa, como para bailar con la señora del piso de arriba, la verdad no la conozco, no deberían importarme sus ratos de sexo o la disciplina con la cual se preocupaba por el ahorro y el control del gasto.
Cuatro de la mañana, cambié de estación, una canción en piano de un músico japonés, no creo se diga de ese modo cuando uno se refiere a una pieza musical de este orden, la escucho, juego con los pies para notar cuál de los dedos tiene las uñas más largas, es el dedo gordo del pie derecho. Si hubiese un zancudo tendría una excusa para seguir despierto, hace mucho tiempo no hay de esos mosquitos en el cuarto, otro error de precisión o de ignorancia, no sé si se puede hablar de mosquitos cuando del que se habla es de los zancudos. Los ruidosos del apartamento se han quedado dormidos, o por lo menos han callado sus ansias de ser notados. He contado hasta doscientos treinta, no me hace gracia contar, no me da sueño con ese método, me parece mejor opción quedarme quieto sin pretender ser inteligente o creativo.
Respiro para sentir el aire, tomo grandes bocanadas, siento el aroma, hay un cierto aroma de mandarina, creo estar imaginándolo, me olvido de la mandarina, en cambio me quedo con ese color entre las imágenes que se aparecen en el recuerdo, eso es, se llamaba María, usaba ropa interior del mismo color, cuando la conocí el color era del mismo tono que las mandarinas. Podría ser ella quien estuviera quejándose del insomnio y no yo, no dormía bien, se despertaba varias veces en la noche, solo conciliaba el sueño una o dos horas cada noche sin tomar medicina, cuando tomaba medicinas lo hacía hasta por diez horas consecutivas. Su nombre era parte de una sucesión de nombres en la familia, una especie de herencia, ella, la madre, la abuela, la bisabuela, y otro par de mujeres de las que no sabría cómo referirme.
Una erección, ahora una erección y el sueño que llega, vuelvo a pensar en María, despierto, dormido, sueño, sueño alguna con la que no soy capaz de saciarme, me quedo despierto, me arden los ojos, doy vueltas en la cama, hay ruidos para todos, afuera ha estacionado el camión recolector de basura, hoy se llevan lo que dejé en las bolsas, las dejé anoche, sabía que el camión pasaría temprano, bolsas negras estándar sin vistosidad alguna, serán confundidas por otras miles de bolsas del mismo color. El ruido cesa, me levanto, lo veo por la ventana, nadie lo sigue, el frío vuelve a ser real, voy hasta el baño, me observo en el espejo, los ojos con tendencia al rojo, pasa hasta enfrentar las puertas del armario, las abro, está solamente mi ropa de la oficina, el lado derecho está desocupado, las bolsas de color negro son el nuevo lugar para lo que los días anteriores ocupaba ese lugar en el armario.