El hombre en la portería del edificio me saluda primero desde su lugar y luego sale para alcanzarme antes de que yo cruce por completo el pasillo, me dice, «vino la muchacha bonita, me dijo que no tenía llaves, pero que dejaría una nota debajo de la puerta». Digo gracias y me despido, mientras camino hacia el ascensor pienso en la pérdida de la sorpresa, ahora a cambio de ello tengo ansiedad por saber de qué se trata la nota, me hago a ideas diferentes, una carta expiando las culpas, una despedida para siempre, un poema de amor, un reclamo formal, una y otra, la otra y la misma, así salgo del ascensor, camino los veinticuatro pasos hasta la puerta, uso la llave, empujo la puerta, miro al piso, noto el sobre, lo tomo, delgado, una nota corta, confirmo una de las teorías, escrito en ella dice, «si miraras primero hacia adelante hubieses visto antes lo que dejé en tu mesa». Levanto la mirada, voy hasta la mesa, pienso en que engañó al hombre de la portería, en la mesa una caja y en ella las hojas sueltas de un libro, tachados cada uno de los números en que se identificaba la página. Dentro, entre tantas hojas encuentro una con un mensaje, “no es un rompecabezas, es uno de tus libros favoritos, debes ordenar las páginas, así vuelves a leerlo, así vuelves a juntar la historia.”
