Los libros se acumularon con el polvo, adormecidos por la ausencia del lector sobre sus hojas, vio entonces que la memoria también estaba cubierta de ceniza, no recordaba en cuál de los libros había dejado la carta de despedida. No se atrevió a buscar entre ellos, miró uno tras otro y dejó que la luz se apagara con la llegada de la noche, se quedó dormido y volvió a soñar que nadie se enteraba de su suicidio porque sus libros desaparecían bajo una nube de polvo.
