Han vuelto los pequeños temores, gravitan sin ruido, sin aroma, sin forma estable.
Puse el pie sin mucha fuerza en la baldosa de la ducha y se dobló por el sin dolor de los tobillos, casi acierto con mi cabeza en el lugar asegurado para la pared, la mano izquierda usó su suerte y detuvo el movimiento con brusquedad de niño asustado. El jabón hizo trisas mi protección contra el llanto, lloré, el jabón atravesó las pestañas, se hundió en los párpados y luego tuve que lavarlos con agua fría.