Traigo las piernas cansadas, caminé de un lado a otro, primero de sur a norte por unas calles vacías, luego en el sentido de las manecillas del reloj en un parque de barrio, crucé despacio largo del mercado junto a una plaza, me detuve para descansar, no fue suficiente. Ahora, hace un rato, he puesto los pies dentro de agua caliente, también les puse a las piernas una crema para disminuir la tensión en los músculos. No estoy viejo, estoy oxidado, las horas en el sofá me las cobra el cansancio. Los ojos hicieron un viaje más extenso que el de las piernas, vi mujeres atractivas y dejé también a las palabras irse de boca, apenas conseguí una sonrisa de una mujer que como yo estaba cruzando de una acera a la otra tomando de la mano una cometa invisible.
