Hay una mujer sonriendo al recordar que su nombre y el mío por lo menos comparten una letra. Hay una mujer sorprendida porque con cada excusa para evitarme descubre una superior para permitirme el encuentro. Hay una mujer preguntando a las líneas de su mano si el secreto escrito en ellas es la caricia que una tarde pondrá con la palma abierta en mi espalda.
