Días de cansancio

Tomas el cansancio, lo pones en la palma abierta, presionas con la otra mano, sobre el cansancio, por supuesto, hasta hacer con él una esfera, la tiras sobre la mesa sin que ruede al piso.

Repites las instrucciones anteriores, esta vez tomando por objeto el enojo contenido durante las horas del día.

Extraes del fondo del espejo ocular la frustración a la cual te sometiste, la extiendes arrugada junto a las esferas.

Recorres los despojos de las esperanzas a las cuales acudiste en las horas tempranas, las enumeras hasta llegar a la última, como quien no sabe contar, usas los dedos de las manos para esta operación de aritmética básica. Al terminar recurres a tu conocimiento de los puntos cardinales y ocupas la zona occidental con ellos.

Elevas una plegaria, aunque no seas religioso, usa esta si no conoces alguna: en la morada desde la cual miro a través de los ojos, allí todo fluya según sea favorable a mi futuro.

Después de que hayas conseguido decir esa oración sin detenerte, tomas lo que imaginariamente pusiste en la mesa, lo metes en la copa con el whisky y dices: ¡salud! También este es mi agradecimiento por el tiempo en que sigo vivo y siento.

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