A las tres de la mañana el teléfono dio cuenta de mi sueño. Dormía desde las doce de la noche cuando la hora de las brujas me invitó a darle vuelta a la cobija y abrigarme abandonando el libro de V.S. Naipaul con el que había empezado la semana.  Una hora diaria prometida de lectura diaria, en eso andaba antes de cumplirme el descanso prometido.  Cuatro días atrás la muchachita de veinte años debía haber cruzado la línea de su ciclo menstrual sin problema alguno, no fue así, desde el primer día estuvimos preocupados y revisamos nuestros hábitos sexuales, insistíamos en nuestras conversaciones que habíamos cubierto los riesgos, unas conversaciones muy aburridoras porque encontramos diferencias en nuestro lenguaje y las maneras de observar los problemas, aún así terminábamos en acuerdos y sin limitar nuestras emociones.

El teléfono tenía la imagen de su rostro identificando la llamada.  Tuve la sensación de que era empujado a un ascensor que ascendía con velocidad de automóvil en autopista, así empezó ella a hablarme, había estado despierta toda la noche y justo hacía una media hora su ciclo había dado muestras de estar activo y ya nuestros afanes e imaginaciones podrían terminar tranquilamente.  Volvió rápidamente a sus juegos, preguntó si soñaba con ella antes de despertarme, era cierto y le fui contando.  Soñaba estar con una mujer leyendo el fondo de la taza de chocolate, ella me pedía tomarme el chocolate, luego dejar asentarse el líquido al terminarlo, así de la mancha en el fondo de la cerámica ella me leería el futuro,  Justo cuando ella iniciaría la lectura, una joven pasaba y levantaba la taza de la mesa sin que permitiera a la adivinadora hacer lo prometido. Las imágenes empezaron a volverse difusas y luego empecé a ver otras cosas.

Ella me pidió describir a las personas aparecidas en el sueño, yo no pude hacerlo, y seguí contándole, ella surgió de una puerta con el pocillo en la mano, jugaba pasándolo de una mano a otra, lo lanzaba al aire y pretendía dejarlo caer aunque rápidamente lo tomaba con una de sus manos.  Cuando le preguntaba cuál era el juego, ella me decía, tu futuro no está en mis manos ni en el fondo de la taza, aún así lo que presientes está escrito porque lo imaginas, deja de imaginarme y céntrate en mis ojos, atraviésalos y pasa de largo, rompe todo para dejar en pie solo aquello que se conecte con tu esencia.

Antes de poder seguir hablando de mi sueño ella interrumpió y me dijo, estás inventando, no digas tonterías, mejor y cuéntame qué harás cuando te de sueño en la mañana, con esta pregunta empezó y no terminaría de hablar hasta las seis de la mañana cuando con esfuerzo la convencí de que yo debía prepararme para salir al trabajo, igual debí dejar activo el altavoz, seguimos hablando mientras yo pasé por la ducha, me afeité, escogí la ropa, y ya cuando iba a salir del apartamento se quedó dormida y pude colgar la llamada.  Fui respondiéndole una y otra de las preguntas, ella quería jugar a cualquier cosa porque ya estaba tranquila, mientras iba preguntándome me contaba de sus momentos de angustia nocturnos, del color con el cual pintaría próximamente las paredes de su cuarto, de no tener nada a qué levantarse y poder dormir ese día hasta tarde.

En la calle, mientras caminaba fui mirando el celular que tenía alertas de mensajes recibidos, uno a uno fueron aparecieron, todos de ella que mientras me hablaba por teléfono se había conectado a internet con su computador y me había enviado muchos mensajes, el primero era, me encanta obtener toda tu atención y quiero que al final del día respondas por correo cada una de las cosas que voy  a escribirte.  De los mensajes recibidos me causó mucha inquietud que ella estuviese interesada por mis sueños, por lo que yo sueño cada noche, no tuve intención de hacerlo en principio, claro que en el transcurso del día fui resumiéndolos mentalmente.