Libros secretos

A nadie le importan los goles más que al arquero, a nadie le importan las derrotas más que a quien cae vencido. De eso se trata, de eso quiero hablarme. El libro de las consecuencias exige leer con serenidad, «pide y se te dará», y yo he pedido sin que me de nada de lo que deseo. También dice en la siguiente página, «se te dará aquello para lo que estás preparado», y con el primer hervor de mi sangre en las venas digo, si no es ahora cuando el deseo es fervoroso y ardiente, para qué me darán algo cuando ni siquiera sé de qué preparación están hablando.

Paso a otra página, leo, «muchas veces un no es la mejor respuesta a tus deseos». Cierro el libro, lo llevo al mueble, doy pasos hacia la puerta, y me devuelvo, tomo el libro, lo llevo a la mesa, tomo un marcador de tinta negra, del mismo color usado en las letras, y empiezo a tachar cada una de las frases escritas en él.

El libro de las consecuencias me había sido regalado por un amigo en mi cumpleaños veintitrés. No me gustaba en ese entonces, pero con los años le fui tomando cariño, elegía una página y me gustaban sus respuestas al estilo de las galletas chinas, la respuesta servía para cualquier cosa. Esta vez no me sirven, espero una certeza distinta a la de la derrota, espero la esperanza y en ninguna de sus páginas la he encontrado.

En la cocina estaba calentando agua para una infusión. No se quema el agua, se queman las ollas, y la mía parece pedir pasar a otra vida. Huele a quemado. No he terminado de tachar las frases de todas las páginas. Voy a la cocina, miro la olla, no apago el fuego, lo uso para quemar el libro. Esta es la primera vez que quemo un libro que me han regalado, esta es la primera vez que quemo un libro de las consecuencias. El mito dice que cuando uno hace esto pierde una de sus vidas, y con ello, se empieza de cero todo aquello que debía ocurrirle en ella.

Empiezo desde cero, es decir, busco otra olla, la lleno de agua, la pongo sobre el fuego. Esta vez no me moveré de la cocina, ya he tirado las sobras del libro. No sé de dónde me viene una tranquilidad que no esperaba. Tocan a la puerta. Abro, son los vigilantes del edificio, consultan si hay un incendio, les explico lo de la olla, no puedo hablarles del libro de las consecuencias. Aun así, uno de ellos dice, no se pueden quemar cosas en casa. Le digo, lo sé, solo fue la olla, me olvidé y la dejé sin atención, pero ya todo está bajo control.

Vuelvo a la mesa, mientras me tomo el primer sorbo de la infusión de frutos amarillos, aparece el libro intacto, ahora dice, parte sexta.

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