La música de la lluvia es interpretada por el roce de las gotas con el viento y los objetos en donde cae.
Esta forma del agua no limpia el aire, aunque al atravesarlo tiene oportunidad de aclarar su transparencia.
Hay quienes aprueban ese tintineo constante sobre las ventanas y el techo,
unas veces les provee el arrullo para dormir y otras la monotonía para persistir en el silencio.

Llueve, la lluvia ya no tiene que ver con tu ausencia.
Su canto es monótono al rodar por el vidrio de las ventanas,
tantos ensayos para alcanzar una música propia la convierten en ruido sobre el techo.
Algo está roto y el mensaje de las nubes se pierde en el aire, esta es una orquesta fallida.

No hay quien insista en salir a bailar bajo sus gotas, el parque está solo, las aves compran sin pagar refugio en los árboles,
los paraguas son una defensa, son el único escudo posible para quienes se adelantan a cruzar la avenida.

De tanto repetirse se ha vuelto monotonía,
una cierta y elevada pereza nos cobija,
otra vez nos repliega a las paredes en casa,
los lugares de convivencia se vuelven una condena,
llueve, nuestra alegría no es de la lluvia,
el frío llega con ella.

Imagen de Tri Le en Pixabay