Tomo la copa de vino,
la pongo entre tus rodillas,
y te pido que la sostengas.
Surto el líquido hasta cerca del borde,
y advierto,
mis manos aletearán en tu cuello,
mientras el presente continuo
del verbo rozar acaricia tu boca.
En el hipotético caso
de que una gota de vino
se escape de la copa,
cobraré esa pérdida
liberándote de una de tus prendas.
Si nada se riega,
me arrodillaré entre tus piernas
para beberme el vino
mientras tú
sostienes la copa
entre tus rodillas
