Vienes, tocas en la puerta de mi apartamento, me dices que has descubierto un vacío en uno de mis poemas. Ante mi gesto de inquietud sobre tu observación, abres mi libro, me muestras una de las páginas en donde la palabra boca está escrita, y me dices, «una boca solo existe si al mismo tiempo se descubre en ella una sonrisa, un gesto insinuante, o en el mejor de los casos tras la insinuación, un beso».

Acercas la página del libro a mi rostro después de indicarme en qué parte la palabra boca se registra, me pides cerrar los ojos, acercas la hoja a mis labios, y luego, pones un beso que sella cualquier grieta que la palabra boca hubiese tenido en ese texto, yo presiento la humedad de tus labios en la página al otro lado de la hoja. Dices, «aunque estamos en páginas distintas, la misma hoja nos contiene»

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