El hombre pone sobre la mesa unas tarjetas en donde están escritos distintos nombres. Están distinguidas por colores, amarillo para los que según el acento son agudas, azul para las graves, rojo para las que lo llevan en la antepenúltima sílaba, y blanco para los que las sobreesdrújulas. Según él, en donde se ha puesto el acento para decir el nombre impacta la manera en que se viven algunas cosas de la vida.

De manera general, expone ante una joven que lo escucha con atención, los de acento agudo esperan al final para hacer un cierre con potencia, quienes su nombre es una palabra grave lo hacen en la penúltima para dejar espacio para la pausa. Los de las esdrújulas no dan tiempo de espera, quieren desde el comienzo dejar las cosas claras, y los de las sobreesdrújulas se comportan como los anteriores.

Pensé en mi nombre que es una palabra grave, y es la primera letra en donde va el acento, hubiese pagado para escuchar lo que diría, pero la joven le hizo la pregunta. Mi nombre es Alba, el acento va al comienzo. ‘Hay casos en que ocurre eso, no son menores, aquí la interpretación empieza tal como dije, son personas que dejan espacio para la pausa, pero desde el comienzo lo ponen todo.’

Hice lista mental de personas cercanas con sus nombres, los imaginé enmarcados en estas definiciones, sonreí para seguir caminando hasta el paradero de buses. Alba, la del acento en la primera letra de su nombre venía con una amiga a la que le estaba explicando lo que le habían dicho, además de hacer según su entendimiento una interpretación del nombre de su amiga a quien le correspondía una palabra grave, pero en la tercer sílaba.

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