Ser de duplicar y publicar

Eres auténtica y única. Así en cualquier conversación adobada por la coquetería se usan esas palabras cuyo contenido no es explícito, debe leerse entre líneas la referencia a comportamientos y maneras de estar en el mundo, a lo físico y a lo emocional. Cuando aparecen preguntas para contrastar las certezas desde donde se pronuncian esas palabras, se empieza a diluir el origen de esas afirmaciones. Apenas podemos hacer referencia a las formas físicas y las emociones expresadas, a la manera de vestir, a los usos del lenguaje, a los valores morales y quizá, sin que sea evidente, a la potencial riqueza que cada uno tiene.

En el metaverso de Facebook queremos seguir siendo auténticos y únicos. Por supuesto no sabemos qué significa exactamente esto, pero lo queremos y cuando alguien nos dice eso nos sentimos empoderados y confiados de que estas palabras están absolutamente alineadas con nosotros. Sabemos que quienes más conocen de nosotros son los dispositivos electrónicos con los cuales nos conectamos a las comunidades virtuales. Las grandes fábricas de Big Data tienen claro por qué somos únicos y han elaborado suficientes algoritmos para repetir los comportamientos que cada uno de nosotros tiene.

Esos algoritmos saben cómo se siente nuestro pulso cardiaco ante una imagen de violencia, y podrían dar el click en «no me gusta» o «dejar de seguir» por nosotros, también podrían poner el «corazón» de me encanta a todas las publicaciones de mascotas o de viajes, de gente compasiva o de autos de lujo sin que hiciese falta movimiento alguno en nuestro cuerpo. En el metaverso se necesita poblar las ciudades de personas auténticas y únicas. Así que muchos de los avatares que no pertenecen a personas conectadas serán la réplica de las emociones y maneras de personas como nosotros que han ido registrando sus comportamientos y maneras de ser en las redes sociales.

No van a clonarnos, solamente van a reproducir nuestros comportamientos para aumentar la variedad de personajes en ese nuevo mundo. La clonación es un proceso al cual se le tuvo miedo porque las eplículas en donde vimos que ocurría alguien suplantaba al protagonista y tomaba posesión de sus pertenencias y se apoderaba de su entorno social. Clonar es un proceso más complejo y costoso y no puede hacerse a gran escala. Reproducir los comportamientos de las personas cuando estas los han dejado expuestos para ser copiados por dispositivos electrónicos es una apuesta más fácil de ganar y se puede hacer con menor esfuerzo y mayor amplitud.

Lo que llamamos inteligencia artificial ha demostrado que somos algoritmos que pueden ser copiados para que un programa repita sin descanso aquello que los humanos hacemos. Las aplicaciones con redes neuronales se usan para obtener réditos del uso de nuestros gustos y manías, son tan asertivas que podrían elegir el mismo candidato a la presidencia o comprarían al mismo precio unas acciones de acuerdo con nuestro perfil de inversionista. Pues, no somos tan auténticos y únicos cuando un programa de computación fácilmente hace lo que nosotros hemos tardado años en aprender y ser.

En las series distópicas que se han popularizado en las plataformas de streaming hemos visto a una mujer que compra un robot idéntico a su esposo, que habla como él y dice los mismos chistes, además de responder con las mismas frases de cajón que él usaba. También vimos a un informático que copia a sus compañeros de trabajo y los esclaviza en una realidad virtual en la que él se comporta monárquico y despótico.

Una amiga a quien le gusta el esposo de otra amiga suele decir que ella lo clonaría, y haría como la señora de la serie, lo compraría para tenerlo en la casa.

Así, tendremos que enfrentarnos a que al ingresar a un universo virtual como el Metaverso de Facebook o en uno videojuegos nos encontremos con alguien que se comporta y se ve como nosotros, o que encontremos a nuestra pareja ensamblada virtualmente en compañía de otra persona.

Esperemos que las personas que trabajan en el diseño de los esquemas de seguridad en informática sean capaces de crear una propiedad en los datos con una etiqueta indicando, ‘no copiar, no divulgar sin autorización expresa del titular de este comportamiento’.

En la película «el origen» con Leonardo Di Caprio, mencionan uno de los conceptos básicos de la seguridad empresarial utilizado en un cerebro: un proxy, o un elemento similar a un firewall mediante el cual el cerebro del personaje desarrollado por Cillian Murphy se defiende de que estando en un sueño pueda ser atacado para que sus sueños y pensamientos no sean accedidos por alguien distinto a él mismo. En una novela de un escritor de Europa Oriental un rey quiere saber todo lo que piensan los súbditos de su reino, para esto tiene una policía que vigila los sueños. Quizá un proxy como el de Cillian sea necesario cuando los gobiernos quieran hacer lo del emperador de la novela.

Imagen de Erik Howle en Pixabay

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