La mujer mira, sonríe, cambia de gesto, dice unas palabras, mueve las manos, las deja abiertas sobre la mesa, contiene una nueva sonrisa, interpreta el ritmo de la música con un temblor controlado en las piernas. Usa las manos para trasladar de un hombro al otro el cabello, contiene una sonrisa, escucha, mantiene la mirada atenta, parece morder el labio inferior, pero solo es una manera de humedecer sus siguientes palabras, dice alguna cosa que produce alegría. Levanta las cejas, produce una alineación con la línea de la boca, adelanta la espalda, se aproxima a la mesa, pone el peso de sus hombros sobre sus brazos, los deja en la mesa, hace un gesto de cariño tras haber resuelto una duda que quiso impregnar al aire de incertidumbre. Habla, expone sus ideas, no se deja interrumpir, y cuando ocurre, lanza nuevamente argumentos, escucha, plantea, sonríe, y mira hacia el aire para encontrar allí un agujero de gusano al cual lanzar toda su energía.
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