La mejor novia del mundo está sentada en la mesa junto a la mía en el bar a la vuelta de la esquina. Alguien le ha dado ese calificativo, no le han dicho que esa es un concepto inventado para encarcelarla en el deseo de quien la llama de esa manera. Yo le invité un mojito, el del bar le puso más licor del acostumbrado a la copa. Está sola, apenas me ha devuelto un gesto amable elevando la mano en forma de saludo. Ser la mejor la ha puesto en la condición de pertenencia ante un concepto del que no le han entregado interpretaciones o aclaraciones. El del bar conoce la costumbre del novio, la hace esperar largos minutos, ha aprendido que alguien le invitará el primer y el segundo trago, así cuando él llega solo pedirá los tragos propios porque ella ha cazado su propia bebida. No sabe el del bar, no lo sabrá el novio, también vendo calificativos, por ejemplo, hace unos minutos cruzamos un mensaje con ella, hemos quedado en que en otra hora probaremos que para mí ella será la mejor amante del mundo.
