Eliges tu mano abierta y tu sonrisa plena,
bloqueas cualquier parpadeo y te detienes a mirarme,
no sabes si ha sido intencional o inconsciente,
parece que muerdes tus labios,
te contienes y vuelves a tu sonrisa.
Las corrientes aéreas se posan en tus piernas y una sensación de vuelo y gravedad ausente producen un temblor en tus pies.
En las páginas del diccionario de tu memoria
en donde caben todas las palabras aprendidas desde la infancia
solo puedes leer en este instante, beso y abrazo.
Te contienes,
anclas tu decisión en la sonrisa expuesta,
—no se puede besar y sonreír al mismo tiempo—,
das un paso y me abrazas.
Tus meridianos eligen la hora de la ternura,
se aproximan, tus brazos se alargan para acercarme a tu pecho,
tu cabello se mueve para ofrecerle silencio a mis hombros,
y el perfume de tu cuerpo busca a mi piel
para dejar constancia de tu presencia.
Imagen de Andrea Baratella en Pixabay