Te extraño

Te extraño en la cocina a donde llegó tu sabiduría de hortalizas y verduras, de momentos de cocción y tazas con infusiones de frutas.

Te extraño en el sofá donde sentada a mi lado viste una película, en donde conversaste con la pasión que vives tus historias.

Te extraño en el reflejo de las dos copas de cristal que dieron forma al vino con el cual brindamos por ti, por mí, por ambos.

Te extraño en el cuarto de los libros en donde encontraste un lugar para leer, sonreír, escribir, desabrochar tu inteligencia y hacerme ver otras formas de ser en el mundo.

Te extraño en mis lecturas al no poder leer para ti, compartir mis apreciaciones de lo leído, hacerte un audio para que escuches un poema en voz alta.

Te extraño en la mesa que fue testigo de la cena, de trabajar con las manos para plasmar con ellas las ideas.

Te extraño en mis manos que tomaron tu cabello para converger con tu pelo en una moña.

Te extraño en las escaleras que dan paso al viaje vertical que lleva del primer piso hasta la puerta en donde te di la bienvenida.

Te extraño en la cama a donde fuiste de viaje conmigo para lentamente dejar salir la prisa de los cuerpos.

Te extraño en el espejo del baño después de haber sentido el vapor del agua en el aire tras haber salido de la ducha.

Te extraño en mi pijama prestada por una noche, en mi camisa prestada por un rato en la mañana.

Te extraño en la ruta compartida trazando el viaje aprendido hasta tu casa, en el desvío hasta la mía.

Te extraño en el rato de música del bar, en los sabores del almuerzo en la mesa compartida.

Te extraño, aunque necesarias, sobran evidencias, aun así, también te extraño en mis palabras a las que tu conversación les daba inteligencia.

Te extraño en el corazón en donde se siente todo el tiempo que me faltas.