“El viaje, si no está lleno de paradojas, no es un viaje”
Fernanda Trías es de nacionalidad uruguaya, escritora y traductora. Ha escrito las novelas, Cuaderno para un solo ojo, La azotea, La ciudad invencible, y el libro de cuentos, No soñarás flores.
La primera edición de “Mugre Rosa” fue publicada en 2020, y para Colombia se publicó en 2021. Fernanda es escritora en residencia de la Universidad de Los Andes en Bogotá.
La portada del libro es una imagen de un mar rosado con algunas grietas azulosas, menos claras que el cielo del mismo color. Parece hecho a propósito que le dieran a la imagen la apariencia de estar pixelada, brumosa, como vista a través de un velo que impide ver con claridad. Desde la portada la novela nos advierte, todo lo que vemos está viciado por la manera en que vemos o por lo que se atraviesa antes del objeto observado.
Es una prosa firme, constante, sin trucos ni desviaciones para que el lector se pierda en lo inocuo, va de frente, como un bisturí que no cesa de cortar. El personaje central se ocupa de abrir las heridas que creíamos cerradas: una madre que habla desde un amor antiguo, casi olvidado, y un desapego nuevo, una ex pareja que todavía cree ser el centro de todo y no cede para aproximarse, una pareja de padres que quieren serlo mientras otros cuidan de su hijo, una sociedad que se está muriendo lentamente y aún dándose cuenta continúa repitiéndose.
“… Una niebla, que sin ser sólida ni líquida, oscura ni transparente, anula todas las cosas.” Una niebla así cubre la ciudad, impide ver a los otros, desvanece las formas, los obliga a encerrarse en “… una especie de claustrofobia de un lugar del que no podría salir, y ese lugar era yo misma” (es uno mismo).
“[…] |Para recordar que estaban vivos. Aún podían hacer algo caprichoso, meramente estético, aún podían modificar el paisaje.” Y eso hace la novela de Trías, pone de presente que la literatura tiene la capacidad de cambiar el paisaje de empujar la realidad al abismo del que emerge.
Esta novela pone de presente que hace tiempo estamos viviendo en una distopía. Lo refleja en la situación de Mauro que no puede “[…] Separarse de su cuerpo, esa máquina indomable del deseo, sin conciencia ni límites, repugnante y al mismo tiempo inocente, pura.” Mauro es un niño que como los seres humanos quieren consumirlo todo, no tiene control para ello, algo le falta y esa falencia lo mantiene enfermo de un hambre insaciable, es capaz de comerse todo, sin darse cuenta de que eso lo daña.
Esta no es la pandemia iniciada por el covid, es una que hemos estado viviendo desde antes, la autora quiere exponernos esa realidad y recordarnos que no podemos “[…] ir por la vida sin pagar ningún precio por nada.”, además nos dice que desde siempre “[…] La epidemia nos había acercado, aunque solo fuera a ese lugar baldío.”, y el lugar baldío es el de las relaciones interpersonales.
También nos ubica un poco ante la materialidad de la ciencia que se ocupa de los genes y del cuerpo, “[…] Los médicos conocían todos sus números, los datos de una química única. Habían visto su piel bajo el microscopio, el mosaico preciso de sus células, el movimiento de su muerte. Y aún así no lo conocían.” Y aún así no conocen la volatilidad de las emociones humanas, esas que los disparan para la huída o los anclan en lo estático.
Al final del libro nos sentencia “No puedo detener un futuro que ya está aquí.”
Una gran novela. Recomendada, muy recomendada para leerla.