Desconocidos

Somos dos viéndonos por la ventana, ella desde la sala de su apartamento y yo desde la cocina del mío. Nos separan menos de cien metros más un número simétrico de escalones para subir a su piso o al mío. No tenemos amigos comunes ni lugares en donde podamos coincidir asiduamente para encontrar allí una excusa y hablarnos.

Para no ser desconocidos del todo tenemos tres momentos cercanos. El primero en el camino peatonal que conduce al parque, la vi mientras sonreía, ella me descubrió en mi intento tímido por sincronizar la frecuencia de su sonrisa. El segundo en la entrada del supermercado, por un instante creí poder hablarle, no pudo darse ese cruce de palabras porque alguien iba con ella y la distrajo con unas palabras. Ese día ella supo de mi intención y me habló desde sus párpados con una disculpa.

La tercera ocasión fue ayer en ese horario en que no sabemos si nombrarlo como el comienzo de la noche o el final de la tarde. En la portería del conjunto ella entraba, yo venía detrás de ella, a ella la acompañaba un hombre. Su compañía fue un obstáculo insalvable para mí, con él a su lado no me atreví a intentar cruzar con ella alguna palabra.

Otra vez nos quedamos en la cadena invisible que une a los ojos, en una sonrisa desbordada ante la sorpresa de que siendo desconocidos nos sintamos cercanos.

Imagen de abigail2resident en Pixabay

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