Tensiones y apariencias

Observó cuando la muchacha descubrió al novio viendo a una mujer en la otra mesa, así pasó cuatro o cinco veces, en la última vio como le ponía una bofetada y se levantaba de la silla para caminar furiosa hacia el baño. Ella se preparó para defenderla en caso tal de que el hombre se pusiera agresivo, pero no fue así, el tipo se quedó quieto en la silla tocándose el rostro y mirando de soslayo a todos para asegurarse de que nadie hubiera visto lo ocurrido.

Nadie los vio, ella podría dar fe de eso. Quiso ir hasta la mesa para decirle, nadie ha notado que te han dado una bofetada por ser un mirón y no respetar a tu novia que está contigo. Claro que no lo hizo, en cambio supuso que esa no era la primera ocasión en que la mano abierta de la mujer le calentaba la cara a su novio. Alcanzó a pensar que leía el pensamiento del hombre, estaba arrepentido de ser mirón y aburrido de que le hubieran pegado nuevamente.

Cuando la novia volvió a la mesa se acercó como medida de precaución pensando que el hombre estuviera alterado, ofreció traer la carta de comida o traer otras cervezas. Los vasos estaban medio llenos, sin embargo, la muchacha pidió cambiarlos, dijo que a él no le gustaba la cerveza bien fría y sin que perdiera la consistencia por haber estado mucho tiempo en el vaso. Le dio un beso en la boca que recibió una respuesta de mayor intensidad en los labios de la pareja.

En la barra pidió las dos cervezas bien frías, recomendó eso, y al volver por ellas para llevarlas a la mesa se aseguró que estuvieran heladas. Las dejó en la mesa, nuevamente la mujer habló por los dos, esa es la temperatura perfecta. El novio tomó un sorbo e hizo un gesto afirmando lo que había escuchado. Ella le dijo, brindemos, y se quedaron brindando. Al retirarse vio que el brazo izquierdo del muchacho tenía moretones como los que dejaban los pellizcos de su madre en los brazos del hermano cuando lo castigaba por haberse portado mal.

Fue a la parte exterior del bar, sintió el aire con el cual la noche surte de frío a la ciudad. Escuchó la música, pensó que se escuchaba mejor afuera que adentro. Se distrajo observando un automóvil de color azul oscuro del que descendían tres mujeres, la cuarta siguió en el asiento del conductor y puso en marcha el motor nuevamente. Vio venir a las tres y dio por sentado que la cuarta llegaría unos cinco minutos más tarde. La imaginó buscando un lugar en el parqueadero, después caminando hacia la salida, pero regresando porque al asomarse a la calle sentiría el frío glacial que acompaña la noche.

Su compañero atendió a las tres mujeres que pidieron un coctel Margarita para la cuarta. De la carta de comida eligieron una pizza casera de vegetales, la mejor de la ciudad según dijeron ellas mismas. En el par de meses que ha estado trabajando en el bar no las había visto. Quizá han venido con otros amigos y nunca en grupo, o han venido antes de que ella empezara a trabajar allí.

No pudo fijarse mucho en ellas porque de una de las mesas levantaron una mano para pedir comida. Les ofreció lo que habían pedido las mujeres, los hombres que estaban ahí querían carne y empanadas. Llevó la petición a la cocina, le preguntó a la mujer que preparaba los platos si era cierto que este lugar hacía la mejor pizza de la ciudad. Por toda repuesta recibió una carcajada. Un minuto después le respondió seriamente, la mejor es la del bar al lado de nosotros, la nuestra es de principiantes ante la de ellos.

Imagen de Золтан Сирчак en Pixabay

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