Otra vez estamos despiertos sin haber olvidado en el sueño la rutina. Dispuestos a una lógica impuesta por los circuitos y sus condiciones magnéticas hemos dado cada uno los pasos hacia adelante, aunque dudamos de que adelante y atrás sean distintos, solo estamos yendo por el cauce de un río en el que las aguas no intentan variantes. Tenemos dudas sin expresar, callamos porque tampoco somos capaces de sostener con respuestas los interrogantes propios de la duda, así vamos a la ducha sin detenernos, cada uno a su turno mientras el otro toma ventaja en otras actividades acostumbradas.
Esta intuición de haber estado el día previo y los días anteriores repitiéndonos la dejamos para ser olvidada en los rápidos pensamientos que se ocupan del día, de aquello que falta y para lo cual son necesarios los días de trabajo, de lo que es nuestro según podemos tocarlo, pero todavía quedan cuotas para dar por cerrada la compra, de las previsiones para días posteriores de los cuales tenemos la certeza llegarán con más urgencias.
Pronto hay que usar las cartas marcadas a las cuales apostamos en la mañana, poner en la cocina alimentos con aromas y respirarlos para olvidar la soledad de los obeliscos, celebrar con una liturgia la compañía y hacer por el otro una oración ofreciendo como tributo una sonrisa. Así estamos ahora, en lo básico del cuerpo, las expresiones corporales para ser comprendido por la mirada resuelta con la cual el otro quiere darnos peso en su memoria, en la sinceridad de los sentidos, escuchando la música singular surgida en las palabras y de la cual uno solo escucha aquello que puede aprenderse, descubriendo una corriente aérea con el olor de la ropa y la piel confundiéndose con el de la comida del desayuno.
No hemos vendido cara la derrota, nos mentimos cuando hablamos de ella o de triunfos; siendo un algoritmo cuyos mecanismos aritméticos nos hacen repetir rutinas es un equívoco considerar que hay allí oportunidad de salir airoso o derrotado. Solo hacemos lo que está programado, vamos por ahí hablando de la libertad de hacer esto o aquello, cosa también escrita, y al final, solo hemos sido esta rutina que empieza al despertarnos y finaliza en la noche cuando creemos que en el sueño puede pasar algo, algo distinto a lo que somos en el día.
Más temprano que tarde creeremos haber dominado el engranaje y seremos prosaicos en expresiones de triunfo acerca del sentido de la vida, y tomaremos eso como bandera creyendo ser lo que hemos decidido, más temprano que tarde estaremos engañándonos hasta cuando vemos que el mecanismo del cual somos una parte va desechando nuestra fuerza y pidiendo otros movimientos para los que nuestra danza de trabajo no está preparada. Discernir es una trampa con boca grande y fuerza descomunal de la cual no podemos escaparnos, estaremos aprobando las acciones con ideas impuestas en nuestra memoria por la misma programación que nos hace acometer cada día la rutina sin posibilidad de escape.