Yo tenía nueve años, cumplidos unos días antes de que iniciáramos este viaje a la playa. El perro de casa no viajaría con nosotros, se quedaría en casa de los abuelos, eso lo sabíamos todos excepto él. El auto de papá salió despacio, el perro ladró a nuestro lado y corrió como quien juega a perseguir a los amigos. Cuando aceleró se fue quedando detrás, ladraba sin ser oído, corría sin poder alcanzarnos. Yo empecé a llorar, pero mis dos hermanas empezaron a jugar sin que alguien me pusiera atención. Así el llanto y mi dolor quedaron ignorados, aunque reclamé para que nos devolviéramos a recogerlo nada ocurrió.

Ayer cumplí 33 años, fui a un restaurante a cenar con unos amigos, con mi pareja, y una de mis hermanas. La otra no pudo asistir. No sé cómo es esto de la memoria, pero anoche cuando salíamos del restaurante, caminamos un poco por la calle que lleva al parqueadero en donde dejamos los autos, había unos musicos cantando, yo me quedé con alguno de mis amigos viéndolos, mientras tanto mi esposa con mi hermana fueron por el auto, talvez tardaron diez minutos, lo que tardamos en escuchar tres canciones. Junto a los músicos había un perro, estaba abrigado con una manta, además le habían puesto unos cascos para no ser importunado por lo que para él sería el ruido de la música.

Cuando el auto apareció, alguien que ordenaba el tráfico les pidió adelantarse, y todos los autos aumentaron un poco la velocidad, yo vi al perro levantar la cabeza, miré las placas del auto alejarse unos treinta metros, y entonces sentí un temblor en las piernas, se me ocurrió que debía correr con todas mis fuerzas para no quedarme atrás, así lo hice, mi amigo intentó seguirme, pero unos tres metros después empezó a caminar normal. Cuando llegué al auto estaba llorando y pedía me abrieran la puerta sollozando sin control.